La selección femenina de balonmano de Noruega volvió a
evidenciar que hoy en día no tiene rival, tras lograr su segundo oro olímpico
consecutivo, al imponerse por 26-23
a Montenegro, en una final de los Juegos de Londres en
los que las balcánicas plantearon más problemas de los previstos a las
todopoderosas nórdicas.
Paradójicamente y pese a que el debutante en una gran final
era el conjunto montenegrino, fue Noruega, un equipo que no se ha cansado de
ganar títulos en los últimos cuatro años, el que saltó a la pista hecho un
manojo de nervios.
Ya que sólo a la presión que supone tener la obligación de
ganar se le puede achacar el paupérrimo porcentaje de acierto que mostró el
todopoderoso conjunto nórdico, vigente campeón olímpico, mundial y continental,
en los primeros diez minutos de juego, en los que las noruegas anotaron
únicamente dos de sus doce lanzamientos.
A los nervios al excelente arranque de la portera
montenegrina Sonja Barjaktarovic, que en ese mismo período de tiempo firmó un
espectacular sesenta y siete por ciento de paradas, por las cero que
contabilizó su oponente, la reputada Katrine Lunde Haraldsen.
Aciertos propios y errores ajenos, que sin embargo, no
permitieron a Montenegro adquirir una renta sustancial, a causa del lastre que
supone para las balcánicas las incontables perdidas de balón en las que
incurre. Un problema que no tardó en convertirse en la sentencia del cuadro
balcánico, pues bastó que las noruegas afinasen un poco su puntería, así como
que bajase la efectividad de Barjaktarovic, para que los dos goles (2-4) de
ventaja de los que llegó a disponer Montenegro se esfumasen en un abrir y
cerrar de ojos.
Y eso que la excepcional Bojana Popovic se las ingenió para
que las montenegrinas dispusieran de hasta cuatro penaltis, para que Katarina
Bulatovic, infalible desde los siete metros, siguiese manteniendo con vida a su
equipo en el marcador. Pero la inconsistencia del ataque balcánico, en el que
se alternan en la misma proporción los aciertos y los errores, era el
combustible propicio para que Noruega alimentase su letal juego de fulgurantes
transiciones.
Así a la carrera, Noruega no sólo igualó el encuentro, sino
que de la mano de una sobresaliente Linn Jorum Sullan, dio definitivamente la
vuelta a un tanteador, que al descanso reflejaba una máxima renta de tres goles
(13-10) para las de Thorir Hergeirsson.
Sin embargo, Montenegro es un equipo al que nunca se le
puede dar por derrotado antes de tiempo, y menos cuando en sus filas cuenta con
una jugadora como Bojana Popovic, que salvó con dos increíbles acciones la
doble inferioridad al inicio del segundo tiempo, que parecía destinada a
propiciar el despegue definitivo de Noruega.
Un despegue que nunca se produjo, como evidenció el 19-19
con el que entró en los últimos diez minutos de juego, tras desaprovechar
Montenegro hasta dos ocasiones para volver a tomar la delantera en un
tanteador, que las balcánicas no lideraban desde el arranque del partido.
Pero ni la inteligencia de Popovic, ni la increíble
actuación de la guardameta Barjaktarovic, que promedió casi un cincuenta por
ciento de paradas en el segundo período, bastaron para impedir que Noruega,
aferrada en los minutos finales al poderoso brazo de Sulland, revalidase
(26-23) el oro que conquistó hace cuatro años en la capital china.
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