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jueves, 9 de agosto de 2012
Maider Unda conquista la décima medalla para España
La primera medalla de la lucha española tiene nombre de mujer: Maider Unda, bronce en -78 kilos tras ganar en el combate por el bronce a la bielorrusa Vassilisa Marzalyuk . Un metal forjado más entre la naturaleza que entre las paredes de un Centro de Alto Rendimiento. Más desde la artesanía que desde la técnica. Porque la vitoriana, de 35 años, tiene en la lucha libre su hobby. Su profesión, su sustento, está en el caserío que comparte con sus padres en Olaeta, en las faldas de los montes Anboto y Arangio, donde con la leche de 300 ovejas fabrica queso de Idiazabal. Atxeta Gatza figura en la etiqueta, ahora con la denominación de origen olímpica.
Maider, que estuvo dos años en la Residencia Blume de Madrid pero se volvió porque la costaba respirar entre el asfalto, fue quinta en los Juegos de Pekín. Y eso la animó a seguir hasta Londres, posiblemente su última competición internacional. Tres bronces, los del Mundial 2009 y los de los Europeos de 2010 y 2012 adornaban su palmarés hasta ahora. Había que tenerla en cuenta. En el Excel Arena fue derrotando a la colombiana Ana Talia Betancourt (superioridad en dos asaltos), luego a la representante de Mongolia Burmaa Ochirbat y en semifinales perdió claramente en dos asaltos con la búlgara Stanka Hristova, cinco veces campeona del mundo y plata en Pekín.
Su camino, entonces, debía seguir el camino de la repesca. Donde se reparten dos bronces. Allí esperó a la bielorrusa Marzalyuk y la derrotó en dos asalto, puntuando en el primero y en el segundo y acabando con su nariz ensangrentada. Ya tenía el bronce. Todos los agarres, las presas, las acometidas para expulsar del círculo (de la antigua arena de los gladiadores) a sus contrincantes, los derribos para plantar sobre el suelo los omóplatos de sus rivales (forma de acabar un combate por la vía rápida) ya tenían su premio.
Para Maider la lucha es un juego. Lucha es la que mantiene para sacar adelante su explotación agraria. Allí se levanta a las 06:00 horas, limpia los pesebres, repasa las ovejas, desayuna, hace pesas en el gimnasio improvisado que ha instalado en el altillo, corre por las cuestas, echa un vistazo a las gallinas, a los caballos semisalvajes… Y varios días a la semana baja por la tarde hasta Vitoria para entrenarse con Luis Crespo, que le suele hacer de sparring porque es difícil encontrar chicas de su peso y envergadura (mide 1,77 y pesa 72 kilos cuando compite). También puede pasar cien días al año fuera de España, entre torneos internacionales y concentraciones de la Selección. Allí se puede decir que descansa.
Maider, que en Londres es la única representante española, una rara avis entre deportes más modernos, entró en la lucha desde el sambo, una modalidad que tuvo cierto auge en Euskadi. Estudiaba en Otxandiano (Vizcaya) y comenzó a practicarlo a los nueve años. “Nos apuntamos sesenta chicos y chicas, entre ellos el futbolista Koikili (ex del Athletic y ahora en el Mirándés) y sus dos hermanos y de allí salieron seis campeones de España”, ha contado. De ahí ha salido también su medalla olímpica, y no entre los 15 atletas internos y 16 externos que se entrenan en el CAR de Madrid. Ella ha sido la que ha sacado del anonimato a un deporte noble, familiar, y que sólo desde el año 2004 incorporó a la mujeres al programa olímpico.
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