sábado, 28 de julio de 2012

Ceremonia de Cine


La cosa arrancó titubeante, con leve y pasajera lluvia y una preceremonia tipo feria medieval hasta que se apagó la luz, emergió Bradley Wiggins, con sus patillas y su amarillo, e hizo sonar la campana que daba la salida a la fiesta. Un poco muermo al principio, con un reparto que hubiera desesperado al londinense Hitchcock: “Nunca trabajes con niños, con animales y con Charles Laughton”. Sólo faltó este último en ese escenario calcado a la Comarca de El Señor de los Anillos, pero al igual que en el libro, todo mejoró cuando salieron de Hobbiton.

Llegó la Revolución Industrial con Kenneth Branagh recitando a Calibán en La Tempestad de Shakespeare: “No temas: la isla está llena de ruidos y músicas que deleitan y no dañan”. Palabras premonitorias para el resto de la ceremonia.
Tras la forja de los anillos olímpicos, llegó la sorpresa de la noche. Una escena de James Bond (con Daniel Craig) rodada en el Palacio de Buckingham con la reina Isabel II haciendo de sí misma hasta fingir lanzarse de un helicóptero sobre un estadio enloquecido por esa muestra de humor tan british (sólo Beckham y Ali compitieron en aplausos). La reina sonreía encantada, con las tablas que da ser el único jefe de Estado que ha presidido dos Juegos. Ya lo hizo en Montreal 76 por esas cosas del Imperio Británico.

De inmediato, Boyle siguió con el mensaje social: sufragistas, sindicatos, defensa de la sanidad pública... No había acabado la ceremonia y ya se acumulaban protestas de políticos británicos conservadores por considerarla “izquierdista”.
Y a partir de ahí, homenaje desatado a la inabarcable cultura británica: literatura infantil, con J.K. Rowling (autora de Harry Potter) leyendo Peter Pan, sir Simon Rattle dirigiendo a la Sinfónica de Londres tocando Carros de Fuego con Rowan Atkinson sacando el Mr. Bean que siempre llevará dentro, Cuéntame y Marcelino, pan y vino haciendo un cameo en el repaso de series y películas... Y todo con la banda sonora de unas islas alrededor de las que giran el pop y el rock hace 50 años. Increíble.


Después desfilaron las delegaciones y descubrimos que el traje de Bosco no desentonaba tanto y que con un abanderado como Pau Gasol puedes ir siempre por el mundo. Y aunque los discursos oficiales amagaron con apagar el ánimo, entre los Arctic Monkeys y la emoción de ver a siete jóvenes atletas encender el precioso pebetero, mantuvieron a la gente feliz hasta que Paul McCartney cerró con Hey, Jude una noche inolvidable.






























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